Teresa,
manos de vida,
reina
de los miserables,
ángel
con sotana blanca,
chiquillo
muerto en su falda,
lágrimas
color de sangre.
Teresa,
que tengo frío,
Teresa,
el hambre y la sed.
¿Qué
será de esas criaturas
cuando
desde las alturas
Dios
te diga: ya está bien?
Mira,
qué contradicción,
mientras
tú andas descalza
y
se te para el corazón,
en
el mismo Vaticano
los
ministros del Señor
deben
facturas, qué gracia,
de
comer tanto salmón.
Mi
viejecita misionera,
la
palabra verdadera
está
en tus manos,
que
han enterrado a tantas
almas
sin nombre.
Qué
grande es la Santa Iglesia,
pero
tan sólo Teresa
pide
morir como los pobres.
Una
tabla por camastro,
igualito
que otros santos
que
hacen oro de un pesebre.
El que
tenga ojos, que vea.
Dicen
que un día en Belén
un
lindo crío nació
desnudo
en un pajar,
un
buey le daba calor.
Cuentan
que junto a él
estaba
teresa,
y
decía el niño: tápame,
ay,tápame,
ay, tápame,
mi
mare buena.