¿Quién puede aquí, por muchos premios
que en su vida le hayan dao, sentirse un dios,
en este templo de ladrillos coloraos?
Esos ladrillos, que pasando el tiempo fueron
mudos testigos del sentir de un pueblo entero.
No puede ser que este rincón donde se forjaron mis
sueños,
ahora resulta que tiene dueño, que tiene dueño.
Entiendo que la libertad de expresión por igual nos
ampara,
el mismo derecho a poder criticar se merece el que
paga,
que la libertad tuvo en Cádiz su cuna, su cuna.
Pienso que por cuatro gatos a to el paraíso no se pue
culpar,
que hay fantasmas y ladrones y hasta algún borrico
por cualquier lugar.
No es conveniente nunca olvidar
que en el laberinto de los carnavales
reglas tiene el juego, y si un día lloró Paco Alba,
te puede pasar, te puede pasar, compañero.
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