Se ven por las
carreteras
en las ciudades
y los pueblos
unas cuantas
muchachitas
todas
jovencitas que viajan a dedo.
Llevan su
cuerpo marcado
por el maldito
destino
por esa
terrible lacra
de la droga
dura y del alcoholismo.
Van vendiendo
sus amores
a los
conductores
entre venta y
vino,
y si llegan a
un acuerdo
de pierden por
los caminos.
Son samaritanas
con sus
primaveras
y les llora el
alma
por tragarse el
polvo
de las
carreteras.
Esas señoritas
deberían de
estar
en un trabajo
mas digno
no serían la
lacra de la sociedad.
Y es un reto a
la conciencia
y es una vergüenza
que hay que
remediar.
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