Si
me dices con quién andas
te
podré decir quién eres,
son
consejos que me daban
de
pequeño mis mayores.
Con
verdades como estas
empezamos
juntos a vivir la vida,
teniendo
en principio a nuestro barrio
como
inolvidable punto de partida.
Jugando
sin maldad
nos
peleamos ya no sé cuántas veces,
llegó
la pubertad
y
nos contamos los secretos más verdes,
forjando
una amistad
que
nos libró de bastantes malos rollos.
Llegamos
a ser adultos
y
seguimos juntos dándonos apoyo.
Con
razón decía mi padre:
un
buen amigo vale más que un tesoro.
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