Sentao
en el sofá, con su cara de pillo,
me
preguntó: papá, ¿qué era tu diversión
cuando
no había televisión,
a
qué jugabas de chiquillo?
Con
imaginación, cuando tenía tu edad
yo
escuchaba la radio, que me dejaba soñar
como
metía el gol por to la escuadra un tal Kubala,
o
un pase natural de Aparicio en la maestranza,
ay,
con qué imaginación.
Entre
grietas de adoquín
jugábamos
a las bolas los ratos de sosiego,
ya
que entonces había que ir to las tardes al colegio;
como
no había ordenador con letras fluorescentes
escribíamos
a porfía,
contoneando
una greca, letras de caligrafía.
Con
las piezas de un mecano
le
daba rienda suelta a mi mente;
bailaba
el trompo sobre mi mano,
jugué
a la lima, guiaba el aro
y
le arranqué plata desangrada
a
las entrañas de la alameda.
Me
gustaba pasear, me encantaba el futbolín
y
cuando podía juntar,
me
iba a ver Bostele en el infantil.
Papá,
y ¿por qué no me compras algo
de
esa infancia que tú has vivío?,
que
aunque hoy no me falte de nada
esperando
el mañana yo estoy aburrío.
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