Cogió la caña, el anzuelo
y la carná de promesas,
y poco a poco en las urnas
fueron picando pieza tras pieza.
Hundió otra vez la viyuela
en este mar de ignorancia,
sin que parezca que duela
tanta miseria, tanta desgracia.
Suelta esa red de mentiras
con la que enganchas a España,
suelta esa red de mentiras,
y no uses más a los viejos
como aparejos para tu caña,
y no uses más a los viejos
como aparejos para tu caña.
Mira que un día cualquiera puedes lograr
que nos echemos tos a la mar
sin miedo alguno a los nubarrones,
y entonces, ay, Felipe, ni Dios podrá
librar tu barco de naufragar
en estas aguas de corrupciones,
donde con gran sorpresa comprobarás
que esos besugos que ibas a pescar
se te convierten en tiburones.
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