jueves, 31 de octubre de 2013

El vapor - 1997 – Antonio Martínez Ares




Teresa, manos de vida,
reina de los miserables,
ángel con sotana blanca,
chiquillo muerto en su falda,
lágrimas color de sangre.
Teresa, que tengo frío,
Teresa, el hambre y la sed.
¿Qué será de esas criaturas
cuando desde las alturas
Dios te diga: ya está bien?
Mira, qué contradicción,
mientras tú andas descalza
y se te para el corazón,
en el mismo Vaticano
los ministros del Señor
deben facturas, qué gracia,
de comer tanto salmón.
Mi viejecita misionera,
la palabra verdadera
está en tus manos,
que han enterrado a tantas
almas sin nombre.
Qué grande es la Santa Iglesia,
pero tan sólo Teresa
pide morir como los pobres.
Una tabla por camastro,
igualito que otros santos
que hacen oro de un pesebre.
El que tenga ojos, que vea.
Dicen que un día en Belén
un lindo crío nació
desnudo en un pajar,
un buey le daba calor.
Cuentan que junto a él
estaba teresa,
y decía el niño: tápame,
ay,tápame, ay, tápame,
mi mare buena.

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